Era el 19 de septiembre de 1985, la ciudad de México jamás volvería a ser la misma, el reloj marco las 7:19 de la mañana, en ese momento se comenzaría a escribir la historia de dolor y sufrimiento de miles de familias, pero también de un México solidario que unió esfuerzos para abrazar al hermano caído y lastimado. Hoy a 40 años de distancia lo recordamos.
El periodista Carlos Monsivais escribiría una de las mejores crónicas de este acontecimiento que enluto a México y que a continuación en ContextonorteMX te compartimos…
Carlos Monsiváis
El día del derrumbe y las semanas de la comunidad
(De noticieros y de crónicas)
Noticiero I. “¡Está temblando!”
A las 7.19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, uno de los peores terremotos en la historia de la ciudad de México aporta 15 o 20 mil muertos (nunca se sabrá la cifra exacta), segundos y horas de terror prolongado, miles de edificios caídos y dañados, hazañas de los individuos y de las multitudes, tragedias y desajustes psíquicos, imágenes terribles y memorables, demostraciones de la cooperación internacional y pruebas de los alcances y límites de la burocracia.
“El sismo en sí —declara el geólogo Zoltan Czerna— tuvo una magnitud de 8.1 en la escala de Richter, y sin duda alguna, resultó de un brinco liberando energía elástica que vino acumulándose a raíz de la convergencia de la Placa Norteamericana y la Placa de Cocos. Por cierto, la magnitud de 8.1 de un sismo representa energía elástica liberada de 9xl023 ergios que, a su vez, equivale aproximadamente a 1114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una, semejantes a la que se arrojó sobre la ciudad de Hiroshima al final de la segunda guerra mundial”. Se engendra al instante una zona de desastre, el desfile de escenas confusas que se asocia con las impresiones apocalípticas. El fin del mundo. El fin de mi mundo. La gente sale huyendo de los edificios, se lanza inútilmente a los teléfonos, previene a gritos contra el uso de los elevadores, se aglomera en los hospitales, peregrina en busca de sus familiares, relata inacabablemente su experiencia.
A la tragedia la sigue y la profundiza el desmoronamiento de los servicios citadinos. Se suspende el servicio eléctrico en casi toda la zona metropolitana (hay cinco subestaciones de la Comisión Federal de Electricidad muy dañadas). Al desplomarse los edificios de las centrales telefónicas Victoria y San Juan, se corta la comunicación telefónica en la ciudad, y los servicios 02 y 09 de enlace con el resto del país y con el extranjero. Hay escenas de pánico en las estaciones del Metro, y se suspende el servicio. En las calles, gente semidesnuda grita, llora, reza…
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http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/…/45.4…
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